Cómo derrotar al populismo de derecha
Muchos parecen pensar que las cosas no podrían empeorar. Pero sí, podrían. Las cosas podrían ponerse mucho peor, no sólo en EEUU, sino en todo el mundo. Esa es la razón por la que Trump es tan peligroso.
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El ascenso de Donald Trump es, como argumenté la semana pasada, un síntoma de los errores de las élites, especialmente pero no exclusivamente, de la élite del Partido Republicano. Trump está canalizando con éxito las agresiones y la ira. La táctica no es nueva. Una y otra vez ha traído a los demagogos al poder. Pero los demagogos no dan respuestas. Por el contrario, empeoran las cosas.
Muchos parecen pensar que las cosas no podrían empeorar. Pero sí, podrían. Las cosas podrían ponerse mucho peor, no sólo en EEUU, sino en todo el mundo. Esa es la razón por la que Trump es tan peligroso. No tiene noción de las bases del éxito de EEUU.
Trump es un populista de derecha. Los populistas odian a las instituciones y rechazan la experiencia. Ofrecen, en cambio, carisma e ignorancia. Los populistas de derecha también culpan a los extranjeros. Trump añade a todo esto una visión de suma cero sobre “el acuerdo”.
En cualquier país, el acercamiento a las alucinaciones del populismo es perturbador. En Italia, por ejemplo, la habilidad de Silvio Berlusconi de presentarse como líder para los perdidos le costó al país dos décadas de reformas. Pero EEUU importa más: ha transformado el mundo moderno impulsando instituciones duraderas construidas sobre compromisos legalmente vinculantes.
Dos resultados de lo que eran logros del bipartidismo son notables. El primero es que EEUU tiene aliados potentes. Ni China ni Rusia tienen esas alianzas. Ni siquiera confían el uno en el otro. EEUU tiene aliados sólo en parte porque es poderoso, pero más porque ha sido confiable. La segunda es que EEUU ha aceptado compromisos duraderos. El ejemplo obvio es su promoción del comercio. Sin ella, el progreso de muchas economías emergentes en décadas recientes no podría haber ocurrido.
Con su vista transaccional del mundo, Trump podría descartar tanto a las alianzas como a las instituciones. Eso dañaría, quizá incluso destruiría, el orden político y económico de hoy. Él y sus seguidores pueden creer que EEUU saldría ileso si no respeta sus promesas. Están equivocados. Si la palabra de EEUU no es confiable, todo cambiaría para peor.
La indiferencia de Trump a la credibilidad de EEUU va aún más profundo. El país entrega el activo financiero más importante: el Tesoro estadounidense. Ya que la posición fiscal de EEUU se ha deteriorado, es necesaria la cautela. ¿Qué propone el presunto nominado del partido fiscalmente prudente? Según el Centro de Políticas Tributarias, su (tremendamente regresiva) propuesta de impuestos aumentaría la deuda federal a 39% del Producto Interno Bruto, en relación a la línea base. Una respuesta podría ser grandes recortes al gasto que él no ha explicado a sus crédulos seguidores.
Otra sería un default. Él “ama jugar con” la deuda, dice. Incluso contempla comprar de vuelta deuda de EEUU con descuentos. Esos “juegos” destruirían el crédito construido desde Alexander Hamilton, el primer secretario del Tesoro estadounidense, y devastaría las finanzas globales.
Algunos sostienen que Trump finge creer en políticas que sabe que destruirían la credibilidad de EEUU y devastarían la estabilidad global. Pero si fuera realmente tan deshonesto, ¿cuáles serían sus límites? ¿Locura o cinismo: qué es peor?
Aún así, es muy probable, aunque lejos de ser seguro, que Trump sea derrotado. Ello podría depender en si Bernie Sanders decide correr como independiente. Pero si fuera derrotado, ¿sería ese el final del asunto? Probablemente, no. Sí, el momento del populismo podría pasar, pero también podría no hacerlo. La legitimidad doméstica del rol de EEUU en al economía global se ha erosionado comprensiblemente.
Eso es en parte por la crisis financiera, pero también porque a muchos estadounidenses les ha ido mal en las décadas recientes. Este no es sólo un problema de EEUU. Branko Milanovic ha sostenido en su libro Desigualdad Global que a la clase media alta –en gran parte la clase media y baja de países de altos ingresos– les ha ido relativamente mal en las décadas recientes. Los profesores de Princeton Anna Case y Angus Deaton señalan, adicionalmente, un deterioro relativo en la mortalidad y enfermedades entre los hombres adultos blancos de Estados Unidos, debido al suicidio y abuso de alcohol y drogas. Esto refleja la desesperación de esas personas. Es duro fallar en una cultura que venera el éxito personal. El apoyo por Trump entre este grupo debe expresar esa desesperación. Como su líder, él simboliza el éxito. Además, no ofrece soluciones coherentes, pero sí tiene chivos expiatorios.
Para que el populismo de derecha sea derrotado se deben ofrecer alternativas. Douglas Irwin, del Dartmouth College, dice que el proteccionismo es curanderismo. El crecimiento en la productividad fue responsable de más de 85% de las pérdidas de empleos en la manufactura entre 2000 y 2010.
Políticas efectivas pueden incluir generosos beneficios tributarios para los impuestos a los ingresos, combinados con sueldos mínimos más altos. La evidencia en Reino Unidos es que esta mezcla puede ser altamente efectiva. La ira por la inmigración ilegal también es comprensible. Los empleadores de trabajadores indocumentados deberían sufrir castigos duros.
Los bancos de EEUU han pagado más de US$ 200 mil millones en multas, pero casi nadie ha ido a prisión. Combinado con el (necesario) rescate del sector financiero, esto ha generado una creencia generalizada que el sistema está siendo explotado por personas internas moralmente cuestionables.
Más fundamentalmente, en los países de altos ingresos, quienes ganan por la globalización y la tecnología no sienten responsabilidad aparente por quienes pierden. Bajar los impuestos no debería ser todo. Sobre todo lo demás, la legitimidad del sistema depende del comportamiento de la élite, que ha sido pobre.
El compromiso de EEUU con las instituciones y las alianzas era lo correcto. La creación de una economía mundial abierta y dinámica y relaciones ampliamente cooperativas entre las potencias aún es un gran logro. Sin embargo la avaricia, incompetencia e irresponsabilidad de las élites ha traído una ira populista. El ascenso de Trump es un síntoma de una enfermedad que él sin duda exacerbaría. Si no es muy tarde, las personas deben encontrar formas más efectivas de curarla.